Son los robots y no los mexicanos
Nota del editor: Este reportaje fue publicado originalmente en la edición del primero de octubre de la revista Expansión.
El 28 de junio, en una planta procesadora de aluminio en Pensilvania, el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, prometió renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente desde 1994, y devolver los empleos que han perdido las fábricas estadounidenses.
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Frente a una muralla hecha con bloques de latas prensadas, que remitía a su plan de erigir un muro en la frontera sur pagado por los propios mexicanos, acusó a los acuerdos de libre comercio de cortarle miles de empleos a Estados Unidos.
Sin embargo, el magnate pasó por alto la principal razón detrás de la disminución del personal en las fábricas: la automatización.
EU perdió 5 millones de empleos
La elección de una planta en Pensilvania como sede del discurso no fue casual. Ese estado del noreste de Estados unidos pertenece al Rust Belt, un corredor industrial que incluye también a Nueva York, Michigan, Ohio, Illinois y Delaware, que tendrá un peso importante en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre por el número de votos que aporta.
Esa región es un reflejo de la disminución en el número de empleos en las fábricas estadounidenses.
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Las manufacturas de aquel país han perdido cinco millones de trabajadores desde el 2000, pese a ser uno de los sectores más dinámicos de la economía del mayor socio comercial de México.
La caída del empleo es central en las campañas presidenciales de Estados Unidos.
En un intento por atraer a los votantes de esas zonas, la candidata demócrata, Hillary Clinton, también ha prometido cambios al TLCAN.
Los robots, los culpables
Sin embargo, la historia es distinta a como la cuentan los candidatos, dice el exfuncionario del Tesoro y académico Gary Hufbauer. “No va a suceder que los trabajos manufactureros regresen, pese a lo que digan los políticos”, dice.
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Coincide con otros expertos en que la pérdida de empleos en las manufacturas estadounidenses obedece, principalmente, a una mayor automatización a través de robots e inteligencia artificial. Por ejemplo, para armar un automóvil se requiere menos personal del que se necesitaba hace más de 20 años.
“Es un reflejo de la tecnología y la automatización, y esa es la mayor razón”, dice Alexander Lin, economista de Bank of America.
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La producción de las fábricas estadounidenses aumentó 21% desde su punto más bajo en junio de 2009, en plena crisis económica, hasta el mismo mes de este año. En tanto, el empleo en el sector solamente avanzó 5% en el mismo periodo.
En otras palabras, las fábricas estadounidenses producen, hoy en día, el doble de lo que hacían en 1984, pero con un tercio menos de personal.
Los riesgos si gana Trump
Dave Lafferty, jefe de Estrategias de Inversión en Natixis Global Asset Management, divide la manufactura estadounidense en dos tipos: la de alta tecnología y producción de bienes intermedios y la de baja tecnología, como ropa y zapatos.
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“Es la de baja tecnología la que está siendo enviada a otros países”, dijo el ejecutivo. “En el largo plazo, si eso trae menos precios para los estadounidenses no es bueno para los empleados en esos trabajos, pero es bueno para la economía en su conjunto”.
Es el mismo punto de vista de la Chamber of Commerce, un grupo que tradicionalmente respalda al Partido Republicano, pero que tras el discurso de Trump en Pensilvania, alertó de aumentos de precios y una economía más débil, de aplicarse sus propuestas.
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Bajo esas políticas, el precio de algunos productos importados para los consumidores estadounidenses aumentaría 11%. De ahí que los expertos dudan de la promesa de Donald Trump de devolver los empleos perdidos.
“Si ponen barreras al comercio, como Trump lo propone, lo primero que pasaría es que la producción manufacturera no volvería a Estados Unidos. Simplemente se movería a otras partes del mundo”, dice Chad Bown, académico del Peterson Institute y exasesor de la Casa Blanca en temas de comercio e inversión.
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“Incluso, si regresara la producción manufacturera, los trabajos no volverían automáticamente. No produciríamos automóviles como lo hacíamos en la década de 1980”, agrega.
Al otro lado del Río Bravo, México no puede ignorar el impacto positivo que ha tenido el TLCAN. Sus exportaciones (80% de las cuales van a Estados Unidos) pasaron de 60,l882 millones de dólares (mdd) en 1999 a 380,772 mdd en 2015, un incremento de 525%.