¿Un nuevo muro, ahora de acero?
Nota del editor: Este trabajo se publicó originalmente en la edición 263 de la revista Manufactura, La ingeniería del lujo, correspondiente a noviembre de 2017. Por la actual coyuntura consideramos pertinente publicarlo, para que el lector tenga un antecedente sobre el conflicto del acero.
El sector acerero global no sabe qué esperar del mercado estadounidense, con tanta cosa que ha dicho Donald Trump, en particular con las amenazas de su gobierno para frenar las importaciones del metal, que rondan las 24 millones de toneladas que consumió entre enero y agosto pasado, según la Oficina de Censos Económicos de la Unión Americana.
Desde abril de 2017, Trump firmó una orden ejecutiva para que el Departamento de Comercio investigara si las importaciones de acero deben ser bloqueadas por considerarlas riesgosas para la seguridad nacional, bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962. Rafael Rubio, director general de la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), comenta que el Departamento de Comercio tiene de plazo legal hasta enero de 2018 para tener el informe.
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Tratándose de Trump, el asunto parece tener fines proteccionistas. “El apartado de seguridad nacional —tanques, barcos de guerra, aviones, bombas— representa 3% del acero que consume Estados Unidos”, comenta.
Según el experto, de ser aprobada, esta legislación limitará las importaciones de este material que están dirigidas para todos los sectores que usan acero.
Daniel Griswold, investigador en la Universidad George Mason, asegura que esa es la intención de Wilbur Ross, secretario de Comercio de la Unión Americana.
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“Ross ha intentado ampliar la definición de seguridad nacional para incluir infraestructura, generación de energía y la salud general de la industria”, apuntó el experto en una colaboración con USNews.
La importancia del sector de la defensa en la industria del acero de EU es “marginal”, sostiene Rubio, pero la lógica es buscar una medida proteccionista que beneficie a las compañías estadounidenses.
En ese supuesto, los países extranjeros que deseen seguir vendiendo su producto en Estados Unidos se enfrentarán a diferentes restricciones —de tipo arancelario, seguramente— que aún no han sido definidas por el gobierno de ese país.
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La duda no sólo es si la sección 232 entrará en vigor, sino contra quién será aplicada. “México y Canadá es posible que queden fuera de 232 debido a la vinculación geopolítica entre los tres, pero no podemos afirmar nada aún”, comenta Rubio.
De acuerdo con Griswold, Canadá, México, Brasil, Turquía, Corea del Sur, Japón y la Unión Europea, suministraron cerca de 80% del acero que requirió Estados Unidos en 2016.
Aribel Contreras, académica de la Universidad Iberoamericana, cree que se trata de una estrategia focalizada a imponer medidas a los mercados chino y europeo, “pero no al mexicano”.
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De quedar fuera de la disposición 232, Contreras cree que las exportaciones de acero mexicano a EU se fortalecerán, pues a diferencia de otros competidores, el metal nacional no estará tasado.
“Estados Unidos impondría medidas antidumping contra varios países y a México le convendría”, coincide Germán Correa, directivo de la consultora SGS.
Según la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana (ANIERM), 68% de las exportaciones de acero va a EU. Su presidente, Arturo Pérez Behr, ve difícil que imponga medidas proteccionistas contra Canadá o México, pues sus exportaciones son importantes para Estados Unidos.
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Aunque el resultado no fuera el esperado, México ya intenta diversificar sus operaciones y elevar el consumo nacional, apoyado en medidas arancelarias contra el acero chino.
El país tiene una capacidad instalada de 29.5 millones de toneladas de acero crudo, una cantidad similar al consumo anual, según datos de la Cámara Nacional de la Industria del Acero (Canacero).
Y aunque, actualmente, casi 49.2% del consumo es importado, la previsión es que esta proporción disminuya en el corto plazo y sea suplida con producción local, impulsada por el avance de la construcción y de la industria mexicana.
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“La industria del acero seguirá creciendo tecnológicamente, lo que aumentará la capacidad de producción y la sustitución de importaciones”, dice Fabricio Menegoni, director ejecutivo de Gerdau Corsa en México, uno de los principales jugadores del sector.
“Vamos hacia una industria más tecnológica, con capacidad para duplicar la producción interna”, coincide Contreras, de la Universidad Iberoamericana. Pero esta expansión productiva, señala, debe estar acompañada de una visión comercial mucho más diversificada.
Y es que al igual que otras industrias, el proteccionismo que emana del gobierno de Donald Trump le ha servido a la industria mexicana del acero, que se ha dado cuenta de la importancia de reducir su dependencia comercial y la necesidad de voltear a otros mercados por muy difícil que esto sea, como señala Behr, de la ANIERM. Esa es “una tarea que México debe apuntalar en todas sus exportaciones”, remarca.