La tecnología hace difusas las fronteras en la manufactura
Nota del editor: Esta columna se publicó originalmente en la edición 255 de la revista Manufactura, La reingenieria del Big Data, correspondiente a marzo de 2017.
(Manufactura) — Los datos emergen como el petróleo del siglo XXI, creando con su difusión riqueza y oportunidades nunca antes imaginadas. Si en 2010 se generó el primer zetabyte de datos (equivalente a 36 millones de horas de video en alta definición), se espera que en 2020 sean 44 zetabytes, duplicando cada dos años su cantidad a partir de entonces.
Los datos, su accesibilidad, su gestión, su análisis... cambian muchos paradigmas que rodean a la industria manufacturera tradicional, consiguiendo que determinadas líneas —antes delimitadas con claridad— se vuelvan cada vez más difusas. Pero, ¿de qué líneas estamos hablando?
La línea entre lo físico y lo digital. Un libro, un CD, antes objetos físicos, se vuelven bits y bytes transformando el consumo e industrias con ellos. La línea entre las compañías grandes y pequeñas se desdibuja mientras nuevos jugadores retan a los manufactureros dominantes al haberse reducido, e incluso casi eliminado, las barreras de entrada, comercialización, aprendizaje, captación de talento… por obra y gracia de la tecnología. La tecnología se convierte en la honda con la que David derrota a Goliath.
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La línea entre industrias tradicionales se desvanece para dar paso a ecosistemas más ricos, complejos y llenos de datos. El ecosistema de la movilidad (muy diferente de la industria o el sector automotriz), y que incluye al gobierno, aseguradoras, infraestructura, entre otras, tuvo un valor de mercado en Estados Unidos de 2 trillones de dólares en 2016, frente a los apenas 7 billones que generaron las armadoras por sí mismas.
La línea entre los productos físicos, plataformas y servicios se difuminan a medida que los primeros pueden ser comercializados por su utilización, o abiertos a la participación de terceros. Una turbina de avión puede venderse por horas de utilización (pasando de la propiedad al acceso), un teléfono celular puede configurarse modularmente y los chips para el internet de las cosas se abren para fines comerciales. Las líneas entre la demanda y la oferta se borran cuando los usuarios de YouTube suben su propio contenido o los propietarios de viviendas las ofrecen por medio de AirBnb.
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Y por último, seguimos siendo incrédulos de la desaparición de las últimas líneas que separan a los humanos de las máquinas…
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*Socio responsable de Innovación y Manufactura en Consultoría de Deloitte en México.