No es el 'fracking', son las placas tectónicas
Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad Panamericana. Es académica asociada al Centro México de Rice University, coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin y socia fundadora de Brilliant Energy Consulting. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
(Manufactura) — Hace algunos años oí al hijo de ocho años de un gran amigo mío lamentarse de que en la escuela había aprendido que todo lo que hace tiene un impacto ambiental. Tan solo el estar vivos lo tiene. Somos criaturas de consumo, tan solo el aire que respiramos se convierte en dióxido de carbono el cual es la fuente principal para la vida en la tierra. Digamos pues, que solo respirar tiene un impacto ambiental positivo.
Pero no todo es respirar y somos devoradores de muchas cosas cuyos procesos requieren el desgaste del planeta. Los recursos naturales no renovables, como el agua, los hidrocarburos y los minerales algún día dejaran de existir simplemente porque acabaremos con ellos. Puede llegar el día que nuestra voracidad no sea compatible con la disponibilidad de ellos.
La explotación del oil and gas shale , conocido en español como hidrocarburos de lutitas, pintó el mundo de óleo con las cantidades descomunales descubiertas principalmente en Estados Unidos. La fatídica cantaleta de que este país querría saquearnos de nuestro tesoro nacional ahora parece ridícula cuando al norte del río Bravo se están produciendo tantos hidrocarburos como solo se imaginaban en Las mil y unas noches.
Pero no todo es un cuento de hadas: las alegaciones de los riesgos ambientales de esta técnica extractiva han sido vehementes y varias: contaminación de los acuíferos, emisiones de metano, desgate irreversible de los terrenos, uso pantagruélico del agua y ahora el que más retumbaría en los oídos mexicanos es que la explotación de las lutitas causa que retiemble en su centro la tierra.
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El sismo del 19 de septiembre de este año fue atribuido a muchas cosas irrelevantes: a los abusos contra la madre tierra, a las pruebas nucleares en Corea del Norte, incluso a una tormenta solar próxima al momento del sismo y también a la explotación ínfima de los hidrocarburos de lutitas en México. Según geofísicos de la UNAM, el tremendo movimiento telúrico, del cual muchos apenas nos levantamos, se debió a una ruptura en la placa de Cocos que tiene asentada a la placa de Norteamérica donde se posa nuestro tremolante país.
Sin embargo, los apóstoles que culpan a los seres humanos de todo no tardaron en señalar a los maléficos de las lutitas de los sismos recientes. En efecto, ya existen evidencias científicas de que la explotación de estos hidrocarburos sí produce sismos pero son relativamente pequeños; y, a pesar de que han incrementado en número, según la Agencia Internacional de Energía, ellos están focalizados en las montañas rocallosas, en el Estado de Oklahoma donde estas actividades extractivas han sido muy intensas.
En cambio, un informe de la Comisión Nacional de Hidrocarburos de 2017 señala que hay tan solo 18 pozos de esta índole perforados en México cuando en Estados Unidos se han perforado miles de ellos . Así las cosas, si la extracción de las lutitas causara terremotos como los recién vividos, nuestro vecino estaría como Tokio tras el paso de Godzilla.
Con lo dicho, no se pretenden minimizar los impactos socio ambientales ni del shale ni de ninguna actividad extractiva. Es importante que los expertos en geofísica en México reflexionen sobre qué tan conveniente es utilizar esta técnica en un país con regiones de alta actividad sísmica. Como sea, Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila y Veracruz tienen más narcos que sismos, así que, aun cuando no estén libres de penas, al menos no se los traga la tierra.
Otro factor a considerar es que, según la ya citada Agencia Internacional de Energía, no es la fractura hidráulica en sí lo que produce los movimientos telúricos sino la inyección de aguas residuales en los pozos al incrementar los niveles de presión. Sin embargo, la inyección de fluidos sucede en todas las actividades extractivas de hidrocarburos y no toda la inyección de fluidos causan movimientos sísmicos.
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Así que, para llegar a una conclusión robusta, hay que usar el cacumen y la ciencia. En un momento en que muchos están afectados, de mayor o menor grado, por un suceso tan traumático que afectó a varias poblaciones del país, lo menos indicado es hacer inferencias irresponsables sobre el origen de la tragedia. Los sismos son obra de un planeta móvil y viviente. No culpemos a la noche, no culpemos a la playa, no culpemos a la noche. ¿Será que son las placas?