Expertos reparadores o ¿curadores de museo?
Con dos siglos de existencia en el mundo, las máquinas de escribir mecánicas, eléctricas y electrónicas han sido desplazadas hoy día por las computadoras y los dispositivos móviles; sin embargo, todavía son objetos de colección para médicos, secretarias y algunos contadores.
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Los hermanos Alejandro, Roberto y Salvador Montero, junto con su colaborador Marcial Jiménez, saben que en México todavía hay quienes necesitan de estos artefactos, por eso han encontrado una fuente de ingresos en la labor de ‘dar nueva vida’ a estas obras de ingeniería.
Su establecimiento “Servicio Montero” es un espacio de dimensiones pequeñas, que se encuentra en la calle de Allende, número 22, del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Rodillo, tipos, barra, segmento, trucks, rieles, piñón, escape y cremallera, son ejemplo de las palabras que definen a las más de 3,000 piezas que tiene una máquina de escribir promedio, de tipo casero o estudiantil, explica Marcial Jiménez Rodríguez, experto reparador y conservador.
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Este negocio repara alrededor de 150 máquinas de escribir cada mes y durante una temporada alta, hasta 300 o más.
La falta de refacciones, un desafío
“Los médicos vienen a reparar sus máquinas de escribir o a comprar una restaurada, durante su internado, residencia o especialidad. La necesitan para apuntes y recetas que requieren caligrafía clara y legible, por eso una máquina pequeña les ayuda y facilita el trabajo”, explicó Marcial Jiménez.
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Los ingresos económicos se han visto mermados en los últimos años, ante la desaparición de las empresas que fabricaban las máquinas de escribir. Para colmo, el taller de mecanografía ya desapareció de varias escuelas secundarias del país, lo que vino a afectar la venta y reparación de esas máquinas, dijo Jiménez Rodríguez, de 58 años, y quien desde hace 39 años se inició en el oficio.
“La máquina de escribir es en ciertas oficinas y consultorios médicos como una sartén en la cocina. Si bien hay hornos de microondas y otros aparatos vanguardistas, nada como la sartén tradicional para preparar un buen par de huevos fritos”, como lo mencionó el entrevistado, uno de los pocos especialistas de su tipo en el país, en una analogía que refleja todo el valor y permanencia de las máquinas.
Soluciones de la casa
“En el Centro Histórico de la Ciudad de México somos no más de 15 maestros, eso significa que se trata de un oficio en vías de extinción; porque, por un lado, las generaciones de hoy ocupan equipos de computación y, por otro, todas las fábricas de máquinas de escribir ya cerraron. Consecuentemente, las refacciones tampoco se fabrican”, dijo Jiménez Rodríguez.
Hasta la década de 1990 era relativamente fácil comprar una máquina de escribir nueva y hallar las refacciones que hicieran falta, mientras que hoy ya no hay máquinas nuevas y las piezas de refacción literalmente ya no existen.
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“Ante esa circunstancia y para ofrecer el servicio que el público exige, muchas veces aquí mismo fabricamos las piezas faltantes. Una reparación promedio cuesta 350 pesos”, comentó el experto reparador.
Asimismo, este local posee un “deshuesadero” de máquinas de escribir, lo que permite seguir adelante a este negocio, cuyos encargados fueron inspirados por la tradición familiar para impulsarlo.