Refinería de Salamanca sufre por la baja producción y los 'huachicoleros'
El robo de combustible se convierte en uno de los dilemas económicos y de seguridad más acuciantes de México, que socava más de 1,000 millones de dólares (mdd) en ingresos anuales del Estado.
Debido a la campaña del Gobierno contra los narcotraficantes en los últimos años, los cárteles de la droga mexicanos se han fragmentado y están sedientos de nuevas fuentes de ingresos.
Ahora, su papel cada vez más dominante como ladrones de combustible enfrenta cara a cara a dos de los negocios más grandes en el país: las drogas y el petróleo.
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Los cárteles —que el Gobierno estima generan más de 21,000 mdd al año— son una amenaza creciente para Pemex, que en 2016 tuvo ingresos cercanos a 52,000 mdd y que genera casi una quinta parte de los ingresos del Gobierno.
“El negocio es más rentable que el tráfico de drogas porque implica menos riesgo”, dijo Georgina Trujillo, diputada del partido gobernante que lidera la comisión de Energía de la Cámara baja, al tratar de explicar la lógica de los criminales.
“No tienes que arriesgarte a cruzar la frontera para buscar un mercado”, agregó. “Todos consumimos gasolina. No todos consumimos drogas”.
Petróleos Mexicanos (Pemex) no respondió a preguntas detalladas de Reuters sobre los cárteles y el robo de combustible.
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Sin embargo, un funcionario de alto nivel de la división de Refinación —que pidió no ser identificado—, dijo: “Nos preocupa la influencia del crimen organizado”. Pero no quiso discutir el tema a fondo.
El robo de combustible no es nuevo o exclusivo de México. Sin embargo, los cárteles lo llevan a una preocupante nueva dimensión y, en el proceso, aumentan sus ganancias.
“El robo de combustible hace a estos grupos más poderosos”, dijo un funcionario de alto nivel de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA por su sigla en inglés), que pidió el anonimato.
Al enfocarse en las refinerías, que sufren de falta de inversión, los delincuentes logran entrar a centros neurálgicos responsables de gran parte del suministro de combustible del país.
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“Es un daño al patrimonio nacional, es un daño a la seguridad nacional, es un inhibidor de la reforma y el desarrollo del mercado de energía en México”, comentó Gustavo Mohar, un exfuncionario mexicano del sector energético y de inteligencia.
Entre 2011 y 2016, el número de tomas ilegales descubiertas en la red de combustible de México casi se quintuplicó, según un informe reciente del auditor federal. Los costos de reparación subieron casi 10 veces a 1,770 millones de pesos (mdp).
Un estudio de mayo, encargado por el regulador nacional de energía, descubrió que entre 2009 y 2016 los ladrones perforaron los ductos casi cada 1.4 kilómetros (km) a lo largo de la red de ductos de Pemex, que mide unos 14,000 kilómetros.
Después de décadas de mantenimiento deficiente, las refinerías no sólo pierden combustible, también pierden dinero.
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En conjunto, las refinerías han acumulado pérdidas operativas anuales de 5,000 mdd en los últimos años. Mientras tanto, la producción de refinados ha caído a poco más de 700,000 barriles diarios en 2017, cerca de la mitad de los niveles de producción de las refinerías en su pico de 1994.
La reforma energética de 2014 eliminó gradualmente los subsidios que mantenían el combustible a precio bajo, lo que provocó que los precios de las gasolineras subieran alrededor de 25% en promedio desde 2014, a pesar de que los precios mundiales del petróleo cayeron hasta 75% en ese período.
Los precios más altos buscaban atraer compañías petroleras extranjeras y a otros inversores privados pero también sedujeron a criminales, que afectaron a las gasolineras con la venta del combustible robado a precio de descuento.
Las bandas extorsionan a trabajadores de las refinerías para obtener información crucial. Sus tácticas, sumadas a las peleas entre grupos rivales por el mercado, han llevado a una escalada de la violencia en ciudades como Salamanca, que alberga un tercio de las tomas clandestinas descubiertas en 2016.
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Cadáveres mutilados de trabajadores de refinerías, de policías y de supuestos ladrones de combustible aparecen cada vez más frecuentemente en esa ciudad, lo que aterroriza a sus 260,000 residentes.
Las entrevistas con Pemex y funcionarios de seguridad mexicanos, autoridades en Guanajuato y locales afectados por el robo de combustible describen una situación cada vez más desesperada para la industria y para la economía regional.
“El Marro” y su banda
La refinería de Salamanca —la segunda más vieja en operación en México— fue inaugurada el 30 de julio de 1950.
Erigida en Guanajuato por su ubicación geográfica en el centro del país, con fácil llegada a la Ciudad de México y a lugares remotos por igual, la refinería se convirtió en un símbolo de progreso y colocó a Salamanca en el mapa.
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Los ladrones tenían en mira los ductos que iban hacia la refinería o salían de ella, pero rara vez causaron pérdidas importantes. En los últimos años, eso cambió.
Una banda en particular de “huachicoleros” —como se les conoce a los ladrones de combustible— domina ahora el negocio ilícito. Presuntamente dirigida por un local, José Antonio Yepez, la banda es conocida como el cártel de Santa Rosa de Lima, el nombre de un pequeño pueblo a 60 kilómetros al este de Salamanca.
Yepez, apodado “El Marro”, es buscado por autoridades federales y es sospechoso de delitos que van desde el narcotráfico hasta el robo de combustible. Poco se conoce públicamente de él o de su organización y Reuters no pudo contactarlo para comentarios.
Robo de altos vuelos
Juan, un informante cuyo relato sobre la organización a las autoridades judiciales no se ha reportado antes, dijo que se unió a la banda en 2013.
Originario del vecino estado de Jalisco, ganaba 600 pesos a la semana como empleado, cuando un amigo lo llamó por teléfono para hablarle de un trabajo en Guanajuato que pagaba mucho más.
Al principio trabajó como vigilante para la banda, a cambio de 5,000 pesos semanales.
Pero poco después, pasó a llenar los gigantescos camiones cisterna de 60,000 litros en un rancho llamado “El Caracol”, que estaban conectados a través de una manguera enterrada a un ducto ubicado a 3 kilómetros de distancia.
El jefe de recolección de combustible, conocido como Fito, se jactó ante Juan y la banda de sus contactos en la refinería y de sus habilidades únicas para hacer tomas clandestinas.
Mientras otros recolectores simplemente drenaban el combustible cerca de la tubería, Fito alineó una manguera a lo largo de la parte inferior del ducto, la enterró lejos y luego lo llevó bajo tierra al rancho.
La técnica hizo que las tomas fueran difíciles de detectar, permitiendo a la banda ordeñar ductos continuamente. Una toma funcionó por años antes de ser detectada, se jactó Fito.
Competencia entre delincuentes
Para finales de 2013, el equipo del “Marro” enfrentaba la competencia de otros, dijeron Juan y funcionarios federales de seguridad.
Los intrusos incluyeron a grandes grupos criminales como Los Zetas, Los Caballeros Templarios y La Familia Michoacana.
Para disuadirlos, “El Marro” armó una milicia.
“El Puma”, un lugarteniente del “Marro”, reclutó a Juan por la fuerza. Le dio un arma y le dijo que la primera orden era combatir una banda formada por bandidos reclutados en la lejana costa del Pacífico.
“El Marro” dijo a su banda que ellos tenían la ventaja en su propio territorio, recordó Juan.
Juan dijo que él y otros miembros de la milicia mataron a seis de sus rivales. Más tarde, un grupo de Zetas se acercó al “Marro” y exigió tres pesos por cada litro de combustible que robara. “El Marro” organizó una reunión con los Zetas.
Pero antes de que la reunión pudiera comenzar, Juan y sus colegas emboscaron a 13 rivales, los mataron y los enterraron en una fosa común en una región a la que llaman el “Triángulo de las Bermudas”. En total, Juan dijo que mató a 30 personas.
Reuters no pudo verificar de manera independiente estas afirmaciones.
Un funcionario federal de seguridad de alto nivel dijo que los detalles y el alcance de los eventos que Juan describió son consistentes con el baño de sangre alrededor de Salamanca.
Juan, de 55 años, es la mejor fuente de información que tiene el Gobierno sobre el robo de combustible en México, dijo el funcionario.
A medida que crecía la fuerza de la banda, la importancia del “Marro” también aumentó. Compró tierras, caballos de carrera y encargó canciones a una banda local, una práctica común entre los narcotraficantes para fabricar sus leyendas personales.
En “Triángulo de las Bermudas”, el grupo canta que “la competencia suda y rápido se está acabando, porque el que manda aquí es un marro y con él andan martillando”.
Complicidades
Yepez también armó una nómina que Juan y funcionarios de seguridad del Gobierno dicen incluye a políticos, policías locales, estatales y federales, así como fiscales estatales y federales.
Juan dijo en varias ocasiones que entregó personalmente un pago de 30 mdp a un funcionario, para garantizar que las fuerzas de seguridad hicieran la vista gorda ante el robo y la extorsión.
Juan nombró al funcionario al que presuntamente le dio dinero, pero Reuters no pudo verificar el pago de forma independiente.
Hacia fines de 2014, la policía rodeó al “Marro”, a Juan y a otros miembros de la banda cerca de la ciudad de Celaya.
“El Marro” mantuvo la calma, recordó Juan. “Voy a hacer una llamada rápida”, dijo el jefe, y luego la policía los dejó ir rápidamente.
La corrupción entre la policía de Salamanca era tan grave que el Gobierno del estado hace poco despidió a toda la fuerza local y la reemplazó con efectivos estatales de Guanajuato.
“Les dije todo”
Alberto Arredondo, es un extrabajador de la refinería, creció en Salamanca y tiene 37 años. Había sido un técnico de bombeo por más de una década cuando lo llamaron los extorsionistas en 2015.
Luego de la primera llamada, Arredondo acudió a un gerente que le dijo que no entregase información. Pero lo llamaron otra vez y amenazaron con matarlo; entonces Arredondo cedió y dio detalles de la entrega de diésel.
Ese día, después del trabajo, un motociclista se acercó a Arredondo y le entregó un sobre. “El patrón te manda esto”, dijo el hombre.
Arredondo dice haber rechazado el paquete, pero el mensaje era claro. A pesar de tener salarios como el suyo de 30,000 pesos (1,550 dólares) mensuales, algunos de sus compañeros se volvieron pudientes, al comprar costosos autos y relojes.
Después de haber rechazado el sobre, Arredondo buscó bajar su perfil y se cambió de casa. Pero los ladrones querían más.
En febrero de 2016, cuando salía de un supermercado, hombres armados en una camioneta blanca se le acercaron y lo obligaron a subir. Lo llevaron a un rancho donde otro grupo lo esperaba.
El líder lo amenazó exigiéndole detalles sobre el equipo de bombeo. “Les dije todo”, comentó Arredondo, explicando los turnos de ocho horas de su equipo, cada uno con cuatro personas.
El jefe del grupo no estuvo convencido; tomó una pistola y golpeó a Arredondo con la culata, abriendo un corte en su frente. Los hombres lo obligaron a volver a subirse a la camioneta y luego lo arrojaron al costado de un camino.
Acudir a la policía estaba fuera de discusión. Dos colegas de la refinería habían sido asesinados y sus familiares comentaron a Arredondo que las víctimas habían informado a la policía sobre las amenazas de los “huachicoleros”.
La policía derivó las preguntas sobre esas muertes a la fiscalía general del estado de Guanajuato. Una portavoz de la dependencia dijo que tenía registros de tres supuestos asesinatos de empleados de Pemex en los últimos años.
Una revisión de Reuters de la prensa local encontró al menos siete presuntos asesinatos de trabajadores de Pemex cerca de Salamanca desde 2012, pero la empresa y autoridades de justicia raramente confirman los detalles laborales de las víctimas.
Las llamadas a Arredondo se intensificaron, ahora directamente a su teléfono celular. Nuevamente informó a sus superiores, pero fueron de poca ayuda, dijo.
Arredondo se mudó nuevamente. Pero los hombres de la camioneta lo localizaron, merodeando fuera de su nueva casa y asegurándose de mirarlo a los ojos.
“Me sentí acorralado”, dijo, y se mudó por tercera ocasión.
El 18 de octubre de 2016, en su cumpleaños número 36, Arredondo fue a un bar. Al salir, un hombre lo apuñaló en el estómago y huyó, sin molestarse en hablarle o siquiera robarle.
Estuvo dos meses en casa de sus padres recuperándose. Un día antes de la fecha planeada para regresar a la refinería fue a su casa, pero los miembros de la banda estaban ahí nuevamente.
“Me di cuenta que esto no acabaría nunca”, dijo.
Arredondo inmediatamente compró un boleto a Canadá, donde había pasado unas vacaciones. La mañana siguiente tomó un autobús a Ciudad de México y abandonó su país esa misma noche.
Arredondo ya no es el único en abandonar Guanajuato.