Antes de tocar el TLCAN, Trump debe pensar esto
Nota del editor: La versión completa de este reportaje se publicó en la edición 251 de la revista Manufactura, Libre comercio en riesgo, correspondiente a octubre de 2016.
De mantenerse firmes sus promesas de retirar a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), o bien de modificar las cláusulas del acuerdo, el presidente electo de ese país Donald Trump tendrá que pensarlo no solo una sino varias veces.
Lo anterior porque, aunque poco probable, la potencial salida de Estados Unidos puede traer consecuencias negativas para ambos países.
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“Sería el apocalipsis”, señala un ejecutivo del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, bajo condición de anonimato, en referencia a la interdependencia que muestran ambas economías.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), así como la manufactura mexicana gana 8 de cada 10 dólares por exportar a Estados Unidos; también gasta 5.6 de cada 10 dólares en importaciones de maquinaria y equipo provenientes de ese país.
“México ya compra más productos de Estados Unidos que cualquier otra nación, con excepción de Canadá”, señala el instituto Woodrow Wilson Center, “México y Estados Unidos son compañeros en la industria manufacturera”.
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Este centro sostiene que 40% del contenido total de las importaciones de Estados Unidos desde México en realidad se produce en ese país. Esto significa que 40 centavos de cada dólar gastado en importaciones de México regresa a Estados Unidos una cantidad 10 veces mayor que los cuatro centavos por cada dólar que regresan pagados sobre las importaciones chinas.
Automatización, arma de doble filo
Con una perspectiva similar se expresa en entrevista Eduardo Solís, presidente ejecutivo de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA).
“El TLC ha sido extremadamente exitoso para el mercado automotriz de los tres países, y es el mejor ejemplo en materia de integración. Ha permitido que un vehículo se ensamble en México con 30% o 40 % de partes fabricadas en Estados Unidos, y viceversa”.
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Como se sabe, Trump acusa a este acuerdo de ser el instrumento de pérdida de empleo que ha vivido ese país, de ahí su insistencia en sacar a Estados Unidos para proteger sus intereses.
Sin embargo, Gary Hufbauer, ex funcionario del Tesoro estadounidense y académico, explica que el desempleo ha sido consecuencia de una creciente automatización en las plantas estadounidenses, que han apostado por la inteligencia artificial y robots.
Gracias a esta ola de automatización, la producción de las fábricas estadounidenses creció 21% desde su punto más bajo en junio de 2009, en plena crisis económica, mientras que el empleo en el sector solo avanzó 5% en el mismo periodo, según la Oficina de Investigaciones del Congreso de Estados Unidos.
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Se trata de un efecto global gracias al que, durante 10 años, Estados Unidos logró mantener estables sus costos de manufactura, mientras que países como México, China y Canadá, entre otros, sufrieron una escalada en los mismos, en algunos casos más moderada que en otros, según el Índice Global de Competitividad en los Costos de Manufactura, que elabora The Boston Consulting Group.
Socios inseparables
Pero más allá de esto, lo que se debe responder es: ante una posible renegociación del TLC ¿Estados Unidos es capaz de garantizar una estructura de costos de fabricación y operación para sus plantas industriales más competitiva que las de sus socios comerciales?
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Aunque todavía sea prematuro medir el alcance de los posibles cambios, Ricardo Haneine, director general de la consultora AT Kearney, asegura que hay asuntos que no cambiarán de manera súbita, como los activos, plantas, plataformas industriales e inversiones realizadas en toda América del Norte para integrar cadenas de logística y proveeduría, aprovechar los aspectos competitivos de cada país, y servir a sus millones de consumidores.
El especialista señala que una integración económica y tecnológica tan estrecha, como la de México y Estados Unidos, no se puede modificar de modo inmediato sin provocar un caos a ambos lados de la frontera. Asegura que si se intentara intervenir de manera no planeada en el modelo de integración regional, y especialmente en el caso de las automotrices, el deseo de recuperar empleos perdidos en Estados Unidos podría resultar incluso contraproducente.
Costos laborales por empleado en manufactura 2014 (miles de dólares anuales)
Puntos a favor de México
Un tema que no afectará la competitividad manufacturera de México es el costo comparativamente bajo de la mano de obra (incluso la calificada), que explica el fenómeno de la operación maquiladora y que ha inducido la radicación de inversiones, así como el auge de las industrias automotriz, aeroespacial, minera y de productos de consumo.
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“Lo más importante es que se puede esperar un crecimiento del empleo conforme más empresas trasladen su manufactura a México. La razón es la competitividad de la mano de obra, que tiene una muy buena combinación de salarios y productividad”, dice Javier Romero, director general de The Boston Consulting Group (BCG) en México.
En igualdad de condiciones y con datos de 2014, un trabajador altamente calificado recibe un ingreso anual de hasta 15,000 dólares, mientras que en Estados Unidos se pagan casi 50,000.
Otro aspecto que podría impedir una crisis generalizada en la integración regional es la propia proveeduría estadounidense, que ocupa miles de trabajadores.
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La Agencia de Comercio Internacional del Departamento de Comercio de Estados Unidos publicó el caso de éxito de esta industria y confirma que desde 2015 México ha desplazado a Canadá como el primer destino de partes originales y refacciones de ese país, unas destinadas al armado de unidades nuevas, las otras para la reparación del parque vehicular nacional, que tiene una edad promedio de 14 años.
En 2015, esas exportaciones totalizaron 30,000 millones de dólares (mdd). ¿Estaría dispuesta la industria estadounidense de autopartes a interrumpir ese intercambio?
Una crisis también es posible
A reserva de trabajar sobre hipótesis, Haneine, de AT Kearney, dice que una apertura razonable del TLCAN no debe afectar demasiado al sector manufacturero, puesto que algunas empresas son competitivas a escala regional e, incluso, global.
Pero las consecuencias podrían ser muy serias si se establecieran aranceles excesivos a los productos mexicanos y otras medidas proteccionistas.
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“Si se le aplicaran impuestos a las empresas que invierten fuera de Estados Unidos, países como México perderían parte de su atractivo y las inversiones podrían dirigirse a otros destinos. Pero ya no estaríamos hablando de libre comercio y habría que analizar el costo de mover las inversiones ya realizadas, e incluso revisar la competitividad de México y Estados Unidos frente a otros mercados como Asia o China —plantea el consultor—. Podría ser un escenario bastante oscuro”.
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Al final del día, las empresas manufactureras harán una evaluación integral. La ventaja conseguida por mejores costos de mano de obra y mayor productividad debe ganarle al costo logístico de trasladar el producto desde más lejos. En ese balance México ha ganado a Asia y Europa, y necesita redoblar esfuerzos para mantenerse a la cabeza. Queda claro que, en 22 años, México y Estados Unidos han aprovechado sus fortalezas para integrar a sus industrias manufactureras. El aumento en las inversiones y la productividad de las empresas, gracias a una estructura competitiva en los costos de producción, supera cualquier discurso demagógico y proselitista.