La urgente tarea de preservar el empleo
Nota del editor: Este artículo lo puedes consultar en la edición 265 de la revista Manufactura, Adiós al empleo como lo conocemos, correspondiente a febrero de 2018.
En noviembre de 2017, durante una visita a México, Helena Leurent, líder de Compromiso Gubernamental y Futuro de la Producción del Comité Ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF), resumió en una sola frase el momento que vive el empleo de cara a la cuarta revolución industrial: “Vemos personalización, tecnologías disruptivas que hacen todo posible en términos de producción, pero hay un riesgo y un reto para la fuerza laboral que definitivamente no está resuelto”.
Se refería a lo que no han hecho ni gobiernos ni empresas ni la academia para crear y desarrollar las nuevas habilidades laborales que exige esta revolución tecnológica, caracterizada por el IoT, big data, impresión 3D, la comunicación entre máquinas y productos, y el análisis de datos.
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Según el WEF, es inminente la extinción de 7.1 millones de empleos en áreas administrativas, a la par de la creación de 2 millones en áreas avanzadas como ingeniería, computación y matemáticas. Menos empleos, pero con mayor especialización y, por ende, mejor remunerados. Al menos esa es la promesa.
La transición es inaplazable. El problema es que los esfuerzos (si los hay) no se han reflejado en una adaptación del recurso humano a esta nueva realidad. Hay quienes dicen que México tiene una ventana de 15 años para estar listo, pero parece una cifra fuera de toda realidad. La disrupción tecnológica avanza a tal velocidad que, incluso, es imposible saber qué sucederá en los próximos cinco años.
Un nuevo reporte del WEF señala que solo 25 países —que representan 75% del valor agregado manufacturero global— serán los ganadores con el cambio en los sistemas de producción. Y México no está en esa lista.
La medición se hizo con base en factores que posicionan a un país para capitalizar esta revolución industrial como tecnología, tratados comerciales, marco regulatorio y capital humano disponible. Curiosamente, este rubro es uno en el que México sale peor posicionado.
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El rezago es consecuencia de un modelo educativo obsoleto y una paupérrima política de innovación, y no debería ser un tema menor si lo que se discute en el fondo es la preservación del empleo. De igual manera, líderes y empresarios deben entender que las ventajas que alguna vez fueron competitivas para nuestro país dejarán de serlo, como la mano de obra barata e intensiva. De acuerdo con el WEF, es necesario desarrollar capacidades únicas para ser imprescindibles en este nuevo escenario. La pregunta es: ¿qué esperamos?