El 'gigante' de Pascual Boing que busca ser sustentable
Nota del editor: Este texto se publicó originalmente en la edición 273 de la revista Manufactura, El fin del secreto industrial, correspondiente a octubre de 2018.
Hace 15 años llegó la cooperativa Pascual Boing a Tizayuca, Hidalgo. La compañía se sintió atraída por los incentivos que recibió de los tres órdenes de gobierno —municipal, estatal y federal— para crear infraestructura básica (pavimentar, instalar drenaje y luz, entre otros) y la promesa de mejorar las carreteras y construir vías nuevas para mejorar la conectividad de la zona.
Con el tiempo, esta infraestructura carretera (principalmente la autopista México-Pachuca y el Arco Norte) favoreció el desarrollo industrial en la zona.
En esta planta laboran 233 personas, divididas en tres turnos. Trabajan en 18 líneas de producción, con capacidad para envasar 2.5 millones de cajas al mes, unos 19 millones de litros, entre Boing Tradicional y Primera Cosecha, refresco Lulú y Agua Pascual.
El otro complejo de la compañía, en San Juan del Río, Querétaro, produce 1.4 millones de cajas mensuales, es decir, unos 12 millones de litros.
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La planta hidalguense destaca por su tamaño: ocupa un terreno de 10 hectáreas y próximamente, tras la adquisición de un terreno aledaño de 12.3 hectáreas, será más grande. "Estamos por empezar a construir, con el objetivo de tener más espacio de almacenamiento y así expandir las operaciones internas", dice Salvador Torres Cisneros, presidente del Consejo de la Sociedad Cooperativa Trabajadores de Pascual.
La ampliación forma parte de un plan de inversiones que la compañía aprobó para 2018 y que consta de una bolsa conjunta de 100 millones de pesos.
Julio Cárcamo, presidente del Consejo de Vigilancia de la empresa, afirma que la infraestructura y la ubicación son dos factores que han motivado a la empresa a continuar invirtiendo en la región, sobre todo porque el transporte de la materia prima es vía carretera: la pulpa, por ejemplo, proviene de las instalaciones de Pascual en Querétaro. Llega a Tizayuca cada noche en tráilers, envasada en contenedores de 200 kilos.
La clave del sabor
La pulpa se almacena y luego pasa al área de procesamiento a través de bombas de succión y mangueras de plástico grado alimenticio. Para asegurar la inocuidad del producto, la pulpa se somete durante ocho segundos a una temperatura de 83 grados centígrados.
Luego, al ingresar el concentrado al mecanismo de envasado, y para garantizar la pasteurización, se usa una temperatura de 31 grados centígrados.
En cada línea de producción, la compañía asigna tres personas para vigilar que el envasado se realice sin ningún contratiempo.
Al año, la compañía procesa 20,000 toneladas de mango y otro tanto igual de guayaba. Otros ocho sabores, entre ellos fresa, tamarindo y guanábana, se procesan en menor volumen.
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Finalmente, los envases se colocan en cajas de 24 piezas, se emplayan y pasan a la bodega, donde se almacenan previo a su distribución, tanto en el mercado nacional como para de exportación (Estados Unidos, Cuba, Jamaica, España e Irlanda).
Según los directivos entrevistados, la prioridad en el corto plazo es cubrir más partes del territorio nacional e incrementar la producción. Para lograrlo, la compañía invertirá en la renovación de la maquinaria.
Adiós a los popotes
La planta de Hidalgo es la más productiva, de las dos que tiene la compañía y busca convertirse en un referente nacional en materia ambiental dentro de la industria de bebidas.
Parte de esta inversión se destinará a la compra de nueva maquinaria para fabricar tapa roscas para sustituir los popotes en los envases de litro y medio litro de Boing Tradicional y Primera Cosecha.
La estrategia va en línea con las tendencias globales en consumo sobre el impacto ambiental que genera el uso de plásticos en los envases.
De acuerdo con el reporte Global Packing Trends 2018, de la consultora Mintel, la preocupación de que estos materiales terminen en océanos “se convertirá en el catalizador que impulse a las marcas a repensar los envases”. En mayo, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales puso en marcha la campaña Sin popote está bien, con la cual busca reducir el uso de este producto en las bebidas.
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En línea con esta tendencia, la compañía adquirió maquinaria para envases Tetra Pack, lo que permitirá dejar de usar popotes en las presentaciones de medio litro, y sustituirlos por taparroscas a partir del próximo año. Hoy los refrescos de un litro ya tienen esa innovación.