La reingeniería del TLCAN
Febrero será crucial para definir el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Autoridades de los países que lo conforman (México, EU y Canadá) acordaron reunirse este mes para fortalecerlo y hacer de ésta una región más competitiva, a propósito de los 20 años de la firma de dicho acuerdo.
Apenas el pasado mes de diciembre, la Secretaría de Economía catalogó de estratégico para el país al TLCAN dentro del Programa de Desarrollo Innovador; la “calificación” más alta dada a un tratado comercial por México –otras fueron bueno, sobresaliente, regular, bajo e incipiente-. La evaluación consideró tanto el impacto en la dinámica del comercio exterior como la inversión realizada por los países socios.
Pero si bien estas dos variables son importantes, también lo es el hecho de que ir con un diagnóstico como éste a renegociar el TLCAN es insuficiente si lo que se pretende es apuntalar este tratado y no sólo ‘chocar las copas’ para brindar por su aniversario.
Muchos son los aspectos a considerar sobre el TLCAN. Por ejemplo: el número de empresas que concentraban más de 70% del comercio exterior en 1993 eran 367; hoy, 361.
Y mientras el crecimiento promedio mundial anual fue cercano en ese periodo a 3%, en México apenas alcanzó el 2.5%, según datos del Banco Mundial. Esto se reflejó en los niveles de desarrollo humano. Hace 20 años el país se ubicaba a nivel global en la posición 48 en este rubro. En 2013, en el sitio 61.
Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), ha puesto el dedo en la llaga sobre uno de los temas que México debe poner en la mesa y dar pie a uno de los debates internos más intensos: ¿cómo podemos añadir más valor nacional agregado a los productos que exportamos a los países socios del tratado?
Esta pregunta, ni más ni menos, explica por qué en la actualidad, después de dos décadas, siguen siendo pocas las empresas que tienen en sus manos la mayor “tajada” del comercio exterior; y es porque modelos como el de la maquila se elaboraron para traer inversión al país, pero no para aprovecharlos para reconfigurar las cadenas productivas nacionales y hacerlas más competitivas, más participes del éxito exportador del TLCAN.
La integración migratoria es otro de los grandes temas pendientes, como lo es la tecnológica y, hoy más que nunca, la energética, para abaratar costos y competir con otras regiones con base en innovación. En otras palabras, el reto del tratado está en pasar de la integración comercial a la productiva, del éxito mercantil al regional, del beneficio de unos cuantos al del grueso de la población. Por cierto, en medio de esta discusión del TLCAN, ¿dónde queda el tema ecológico?
Si como lo ha venido reiterando el actual gobierno, uno de sus objetivos principales es que el país crezca y se rompa con la política antiinflacionista de gobiernos anteriores, donde la fórmula de exportar con bajo contenido nacional era lo “ideal” para no generar alzas en los precios de los insumos y productos terminados, tendrá que replantear hacia afuera lo que ha significado el TLCAN y, hacia adentro, las oportunidades de negocio que se han dejado ir por no contar con planes de integración y desarrollo de la proveeduría local.
Antes de que el país entre de lleno a la nueva aventura llamada TPP, debe apuntalarse el TLCAN para, entonces sí, incursionar en un estadio de modernización como lo prometieron hace 20 años los que impulsaron la apertura comercial. O bien, ¿cuánto tiempo más debemos esperar para que sus beneficios se reflejen en el bienestar de más firmas manufactureras y en la calidad de vida de la población?.